miércoles, 8 de septiembre de 2010

Ideas audaces para conducir seguro



Aunque parezca imposible, algunas megalópolis han logrado en los últimos años ordenar su tránsito vehicular, al menos en parte. Pero no es fácil, concedido. Por eso, me he tomado el atrevimiento de enumerar ciertas ideas avanzadas, algunas casi de ciencia ficción, que podrían contribuir a una Buenos Aires más habitable y segura. Ruego al lector paciencia y consideración. Soy consciente de que mencionaré propuestas un poco chocantes.

Por ejemplo, el semáforo. Se trata de un dispositivo en extremo simple que, sin embargo, obra milagros. ¿Cómo funciona? Se instalan paneles con dos o tres luces de colores en las intersecciones o bocacalles. Si el panel que apunta en la dirección de la que venimos tiene una luz roja encendida, debemos detenernos. Si la luz encendida es verde, podemos seguir. Es como un agente de tránsito automático que evita accidentes y permite al peatón transitar de una forma más segura.

Una de las características más notables del semáforo es que cualquier persona puede entenderlo, sin importar su educación. Basta que sepa que rojo significa detenerse y verde avanzar. No puede fallar.

Otra solución que ha traído resultados asombrosos es la vereda. Se trata de un área reservada para los peatones. Fácil de identificar, está levemente elevada y tiene un borde de granito llamado cordón. Combinada con unas bandas blancas impresas sobre la calzada (se las denomina sendas peatonales), ofrece zonas totalmente seguras para que las personas crucen la calle. Al igual que el semáforo, este sistema no requiere ningún entrenamiento especial. ¿Quién, sabiendo esto, arriesgaría su vida cruzando la calle por fuera de las sendas peatonales o deteniéndose temerariamente sobre la calzada en las esquinas?

En algunos países se está experimentando con una idea basada en recientes descubrimientos científicos, como la Primera Ley de la Termodinámica. Aunque suene absurda al principio, se ha probado que salva vidas. Se trata de imponer una velocidad máxima a los vehículos. Por ejemplo, 60 km por hora en las avenidas y 40 en las calles.

La ciencia ha demostrado que cuanto más rápido viaja un vehículo, más tiempo y distancia se invierte en frenarlo y mayores son los daños si, trágicamente, se produce un choque. De hecho, las altas velocidades están presentes -aseguran los investigadores- en casi todos los accidentes graves. El así llamado Principio de Conservación de la Energía sentencia, implacablemente, que cuanto más rápido vamos, más destrucción potencial transportamos.

Imaginemos nada más con qué fervor los ciudadanos adoptarían una regulación de esta clase, si supieran que no son ellos quienes gobiernan en la calzada, sino las leyes de la mecánica clásica.

Tres nuevas tecnologías están en estos días añadiéndose a los automóviles de muy alta gama. Llevará un tiempo que las veamos en el sedán estándar y todavía más hasta que el público se habitúe a su uso. Se trata de la luz de viraje, un tercer espejo retrovisor externo y -por favor, no reírse- cinturones de seguridad.

Una luz parpadeante en el lateral exterior del rodado sirve para advertir a los otros conductores que estamos próximos a doblar en esa dirección; sólo hay dos direcciones posibles, vale aclarar, y por lo tanto se requieren nada más que dos luces, una a cada lado del rodado. Sorprende, de nuevo, que algo tan sencillo ofrezca tantos beneficios para la seguridad y el orden del tránsito. Queda claro que, una vez instalada y explicada su operación (en general, no es muy complicado), nadie dejará de señalar con la luz de viraje correspondiente su próxima maniobra, ni pasarán los otros conductores por alto dicha advertencia.

El tercer espejo retrovisor externo es en rigor un proyecto muy experimental y prefiero no ahondar en sus beneficios. La idea es en sí misma sencilla: permitirle al conductor ver los vehículos que circulan detrás y a la derecha antes de girar en esa dirección. Cierto es que la luz de viraje volvería innecesario verificar que no avance un rodado por esa mano, pero en mi opinión nunca está de más añadir medidas de seguridad. Con todo, el espejo exterior derecho ha probado ser tan difícil de operar que pocos expertos creen en que alguna vez lo veamos en automóviles de serie.

Unas bandas resistentes que sujetan al conductor y los pasajeros a sus asientos, llamadas cinturones de seguridad, evitan que éstos salgan despedidos a alta velocidad en caso de accidente debido a un principio sólo recientemente descubierto, la inercia. Es un avance mayúsculo en materia de seguridad y se busca afanosamente acelerar su introducción en las líneas de producción de aquí a dos o tres años.

Hace muy poco, un grupo de ingenieros aeronáuticos diseñó el prototipo de un casco para proteger la cabeza y, hasta cierto punto, el cuello de los motociclistas. Es una idea revolucionaria y prometedora. No dudamos que, tan pronto este ingenioso invento se encuentre disponible, todo motociclista usará un casco de este tipo para proteger su cabeza al salir a la calle.

Salvo, claro, que no tenga nada que proteger.

© LA NACION


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